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Tradiciones
El mito de María Lionza
Hacia la parte occidental del estado Yaracuy está localizada
la pequeña ciudad de Chivacoa, custodiada por imponentes montañas
coronadas de grandes nubes y estallidos de luz, una luz que puede teñirse
con el color del crepúsculo o arrebolarse, caer sobre los prados
y conjugarse a la vida terrena, pero que en efecto parece una luz
enviada de arriba por algún dios enigmático. No hay ninguna
razón para dudar que las montañas de Sorte y Quivayo, donde
habita la diosa que reina en Yaracuy, sean sagradas. Ahí van todo
el año -y aún más en días de Semana Santa-
peregrinos de todo el país a rendir culto a María Lionza,
nuestra diosa pagana por excelencia. Ella es aborigen y matriarcal, y ha
subsistido hasta hoy pese a todas las amenazas y presiones de los gobiernos
españoles y republicanos. Para desviar las persecuciones religiosas
de los fanáticos europeos, su nombre fue sustituido por el de la
Virgen Patrona de la Onza del Prado de Talavera de Vivar. María
Lionza suele representarse como una señora vestida con un
manto azul, plumas de colores y joyas, sentada en enormes boas o acompañada
de tapires hembras, pumas, jaguares o chivos. Cuando pasea por la intrincada
selva de Nirgua o Chivacoa, anda en una danta o tapir hembra, que llevan
herrados en las ancas signos de petroglifos. La danta es invulnerable a
todo tipo de armas e incluso a las oraciones cristianas. Tiene el poder
de "petrificar" a la gente mala, a los avaros, a los ladrones y saqueadores.
Cuenta con una legión de sacerdotes que la protegen -los piaches
indígenas- y acepta ofrendas y tributos. Del mito participan tres
culturas: la de recolectores, cazadores y pescadores; otra de agricultores
de la cultura amazónica; y una tercera cultura andina cuya base
es el agrocultivo. Según Gilberto Antolínez "sincretiza estas
capas espirituales en el terreno de la religión y la magia". Luego
de la Conquista, continúa absorbiendo fábulas de la tradición
europea, del Asia y del Africa, para refundirlas en su centro original
aborigen. Su poder de madre lunar, fecundadora y acuática, se ha
mezclado al de las imágenes benefactoras de las vírgenes
cristianas, estableciendo un nuevo sincretismo. Puede sanar enfermedades
o procurar fortuna, sola o con la ayuda de otros santos y de héroes
históricos o populares, lo cual ha originado rituales de superchería
que han minado gran parte de su belleza primigenia. En Caracas podemos
verla en la autopista del este, gracias al arte del gran escultor Alejandro
Colina.
Gabriel Jiménez Emán
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